Virus, parásitos y hongos pueden contraerse en el agua de las piscinas si no se mantienen adecuadamente. Una mala gestión de instalaciones o del cloro en piscinas, junto al exceso de temperatura y humedad derivado del clima estival, pueden crear un caldo de cultivo idóneo para diversas infecciones, según explican expertos.
El exceso de cloro también incrementa el riesgo de sufrir irritaciones dermatológicas, oculares y otitis en verano. Pese a la normativa que regula el estado de las piscinas, algunos estudios puntuales arrojan datos preocupantes: dos de cada tres superan los niveles de cloro, solo se duchan antes de zambullirse el 65 % de los bañistas y casi en el 60 % de los filtros se ha encontrado materia fecal, entre otros desperdicios.
Al tragar estas aguas, se pueden adquirir diversos virus, entre los que están los de las hepatitis A o E, bacterias como la “escherichia coli” y determinados parásitos.
Hongos, como la “candida albicans”, que puede afectar a la piel, la boca o los órganos genitales, se contagian por contacto, así como los que dañan a las plantas de los pies.
Conjuntivitis
Los oftalmólogos señalan que en esta época son frecuentes las llamadas conjuntivitis de piscina -se incrementan hasta un 20 %-, con enrojecimiento de los ojos, escozor, sensación de arenilla y cuerpo extraño, hipersensibilidad a la luz (fotofobia) y lagrimeo.
En cuanto a las formas de contagio, ha precisado que los usuarios de la piscina “aportan” gérmenes que quedan en el agua. Cuanto más elevada sea su temperatura, más fácil lo tienen para reproducirse.
Para evitarla, lo mejor es proteger los ojos con gafas de agua para evitar el contacto con sustancias irritantes como el cloro y con algunos gérmenes típicos de este medio. La posibilidad de infecciones conjuntivales desciende de manera significativa si se usan gafas homologadas para nadar. Estas protegen los ojos de la sal, el cloro y posibles bacterias presentes en el agua.
Infecciones en la piel
Uno de los puntos débiles de playas y piscinas es la piel, sobre todo las partes delicadas, para las cuales el cloro de las piscinas es uno de los principales enemigos. Para evitar riesgos, lo más recomendable es ducharse antes y después de salir del agua, una buena medida de higiene eficaz para evitar infecciones.
También es importante que la cloración de las piscinas sea la adecuada; un exceso de cloro puede producir irritaciones, no sólo en la piel sino también en los ojos. Si, por el contrario, el nivel es más bajo del que debe ser, pueden crecer gérmenes en el agua y ser una fuente de infecciones. Otra medida importante, aunque muy difícil de controlar, es evitar que los niños orinen en la piscina ya que pueden aportar algunos gérmenes.
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